LO PERFECTO ES UN RUMOR

domingo, 5 de octubre de 2008


Jessica jugaba con su cabello mientras su mirada se perdía en los cristales de las ventanas. La lluvia caía y mirar hacia fuera la hacia sentir liberada de su mundo gris, sin sentido, húmedo y frío.

Toda esa tarde la había pasado en la biblioteca, ahogando sus pensamientos con los de otras personas, matando sus ilusiones en cada página de papel, pero no lograba entender como el muchacho que leía a su lado se convirtió, sin ningún aviso, en un extraño. Lo miró fijamente durante varios segundos sin que el sujeto reparara en ella, conocía su rostro y cada rincón de su piel, mas no encontraba en él ni un vestigio de la persona a quien había amado durante tantos años. Cuando el joven levantó la mirada, todo tuvo sentido, aquellos ojos ya no eran iguales, estaban vacíos, faltos de luz. Jessica decidió entonces tomar su mochila y salir corriendo de la biblioteca. Ahora, el mundo era un territorio desconocido.

Sintió miedo y quiso refugiarse en la habitación de esa amiga no tan sincera que siempre tienen todas las mujeres. Tras varias cervezas, sintió un profundo deseo de abrazarla y no podía dejar de mirar su labio inferior. Era el momento de vivir y salir del letargo. Le preguntó a la bella pelirroja si había encontrado a alguien ideal, le contó de su tristeza y sobre todo, quiso saber si un momento de locura podría llenarla para toda la vida. La pelirroja respondió que sí. De inmediato, le abrió su yugular, sus extremidades y sus carnes, en las poses más vulnerables para encontrar la conexión entre dos, esa que sólo dura un par de segundos con mucha suerte. Pero ninguna de las dos llegó al final. Sus cuerpos se fueron paralizando en la medida en que la mente se percataba de los espasmos carnales y las extremidades ya no respondían. Se rieron tímidamente mientras saboreaban su sudor compartido. Jessica se vistió y sonrió al pensar que nunca había durado tan poco en la cama de alguien.

Un sentimiento de poder sobre su vida la intoxicó en pocos instantes. Ya nadie podría hundirla en el silencio cuando había descubierto nuevas formas de gemir. Volvió a la biblioteca y él seguía allí. Al ver a Jessica parada junto al estante, un mareo le golpeó el estómago y la cabeza, volvió a verla con sus cabellos rubios platinados y su sonrisa perfecta, tal como la recordaba en sus anhelos. No entendía lo sucedido ni le importaba hacerlo, lo único que quería era besar los labios gruesos de su divina mujer, impregnados de un olor floral que nunca había sentido.

FANTASMA DE CONCRETO
ILUSTRACIÓN: KENNETT

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