CONFINAMIENTO

domingo, 14 de diciembre de 2008

-Lo que vas a hacer...hazlo ahora y no pierdas tiempo con mi mente-

-Siempre envidie tu cerebro, aunque esta noche no pueda hacer nada para salvarte-

-¿Me matarás ya, amor?-


Ésa fue la última pregunta que le hice a otro ser vivo en la vida, al menos, a uno que pudiera responderme, ya que Dios no lo hace. Cuando Andrés acabó conmigo no le alcanzaron las dos manos para cargar mi corazón ni abrirse paso entre mis entrañas aún mojadas por el lastimoso fango de todas las lágrimas que lloré en silencio, que fueron muchas, tuvo que usar un cuchillo para asegurarse que no regresaría, pues yo siempre regreso de mis ruinas. Y hoy las extraños.

Ya sólo me queda la pared gris, la pintura en mi cuarto, el espejo roto, jazmines, nardos, la nada. Uno escucha, o suele escuchar, que al momento de elevarse ve la película de su vida. Menuda estupidez. Yo vi mis sueños, las cosas que me quedaron sin vivir, mi vestido de novia, catorce hijos en la alcoba, el llanto orgulloso de quienes creyeron en mí, porque les daba pena reconocer mi inutilidad. Lo último que vi fueron los ojos de Andrés, extasiados con el vino de mi sangre, succionándome la vida, algo que yo nunca le negué. Esos ojos fueron mi perdición y hacia ellos corrí. Al entrar, la primero que vi fue la madera del barco en el cual mis padres y yo viajamos los domingos, sentí la brisa del mar, la paz, el calor, el sosiego, la inocencia fingida, la palmadita en la espalda y el arroz con leche. Sentí el dolor en la cabeza por la golpiza de los niños, la lagrimita sentida y el primer beso de Andrés. La gente que me gritaba cosas horribles siendo apenas una niña, los escupitajos en la cara, los sinsabores del colegio, la sensación terrible de que la vida no tenía nada para mí, eso era natural. Sentí la primera penetración del amor.

Amar a un hombre como si hubieras nacido de él, abrazarlo para tener el mundo y no pedir nada más, eso fue lo mejor que probé. Lo peor, ya muerta, no me importa mucho. Ahora, la nada. Ahora, la luz. Si hubiese sabido de la existencia de este vacío, hubiera matado a Andrés con su propio cuchillo pero con él nunca hubo resistencia posible. Aquí, en el confinamiento, todavía lo espero.

FANTASMA DE CONCRETO
ILUSTRACIÓN: KENNETT

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