ESPÍRITUS BURLONES

domingo, 26 de octubre de 2008

El viento del atardecer empezó a soplar sobre el pueblo y Angélica Rivas salió de su lujosa casa, bastante apresurada. En su bolsa llevaba los últimos pedazos de pan que la sequía dejó en su mesa, estaba atrapada en una hambruna que ni el dinero ni la posición social pudo superar. Aquel pueblito del desierto agonizaba y como un hombre que suspira por última vez sobre las arenas, nadie podía escuchar a sus ocupantes.

Angélica, caminó con fuerzas apenas suficientes para dar a los esqueléticos infantes las migajas de su bolsa, mientras el cabildo abierto de los habitantes en ese rincón, decidió que era hora de emigrar antes de morir. El poblado más cercano se encontraba escondido a miles de kilómetros de desierto, sin nada más que arena y un sol infernal, pero había que intentarlo. Cargaron sus harapos y así, abandonaron todos sus amores. Poco a poco se internaron en el interior de su mayor enemigo y a lo lejos, unos espejismos malditos aterraban a estos viajeros como burlándose de su soledad y carencias.

En diez días, no había ni agua ni comida, incluso sus fieles mulas fueron sacrificadas para el sustento, pero no fue suficiente. Al final, se rindieron a su suerte, tal vez Dios decidió que su destino era perecer en las arenas inclementes de un desierto. Sin nadie más alrededor. Pero, algo salió mal. Sus almas no pasaron al otro reino y por eso, sus figuras aún atormentadas por el hambre y la peste, puede verse a través de los espejismos del desierto, hombre, mujeres, niños y una dama llamada Angélica Rivas, quien todavía no se resigna al hecho de estar muerta.

FANTASMA DECONCRETO
ILUSTRACIÓN: KENNETT

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