FLORES EN LA ESPALDA

lunes, 20 de octubre de 2008

Y la vida fue siempre un duro despertar, un eterno regresar con entre pájaros de frío y nieve. Eso nunca iba a cambiar, pero, a ratos, podía desaparecer. La comprobación llegó esa noche a las manos de Alberto, un loco común y corriente, que tuvo la oportunidad de follar con ángel antes de la madrugada. La conocía desde hace mucho y bajo el crepúsculo, probó su boca por primera vez. Su labio inferior parecía ser un regalo del cielo y su lengua era cálida, dulce, sensual. Decidió entonces sacarla de aquel bar y llevarla al cuarto más espléndido que pudiera encontrar. Sus ropas cayeron en la oscuridad y la luz brillante de unas rosas tatuadas en aquella espalda, le abrieron las puertas al paraíso.

El agua de la regadera recorría sus cuerpos, aún separados por centímetros de vacío, cuando Alberto sintió un frío en su espina dorsal. Las caricias de aquella chica, siempre misteriosa e inalcanzable, eran lo que siempre había soñado, sobre todo al darse cuenta que estaba cansado de rodar en las manos de mujeres con la cabeza llena de brillo labial. Fue tal su sentimiento de satisfacción que dejó a un lado los tabúes y decidió permitirle el ingreso a lugares desconocidos de su cuerpo. Las sensaciones fueron abrumadoras y él sencillamente se entregó al delirio. Ni siquiera le importó percatarse de la verdad del misterio que su bella chica guardaba en la mitad de sus piernas. Ahora, sabía porque su naturaleza era más que conocida para esa deliciosa presencia en su cama. La culpa se fue al no encontrar lugar para acostarse.

FANTASMA DE CONCRETO
ILUSTRACIÓN: KENNETT

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