CASA DE FANTASMAS

domingo, 3 de agosto de 2008


Sólo los adultos, conscientes como son de la muerte, pueden reprimir y mantener bien cerradas las puertas de su mente. Cuando se es niño, la situación se complica. Cinco años contaba Luisa cuando comenzó a sentir su presencia, desde esa fecha no recuerda haber tenido una noche tranquila, pero, como todos los niños pequeñitos se vio arrastrada al silencio, la única forma que muchos conocen para sobrevivir en un mundo reacio a los colores. Las manitas de Luisa traspasaban sin explicación las carnes de los rostros que le hablaban de noche y le contaban de un mundo más allá de lo que veía, de jardines escondidos, de los velos de princesas muertas y sobre todo de reinos imposibles de gobernar donde la heroína siempre era una niña pequeña. A veces viajaban en globos y ella los despedía como viajeros del espacio, sin notar las gotitas de sangre que salían de su nariz, porque a ellos tampoco parecía incomodarles.

Con el paso de los años, los traslúcidos amigos parecían más seguros que las gentes del mundo real, por las noches lloraba y sus madres sin carne ni hueso la arropaban en sus brazos, pues sólo una madre es capaz de compartir como suya la soledad de su criatura, aunque no la entienda. Entonces, Luisa aprendió que, dentro su cabeza, los límites no existían y las apariciones se reían de los regaños, en algunos casos, se percataba que el mundo de la imaginación es perfecto, sin dolor, ni abandono y en cuanto a la muerte…era sólo un detalle insignificante, un rumor no comprobado. Así, la niña que sembraba sangre en sus ojeras, prefirió cada vez más comunicarse con sus extraños amigos, esos que podían atravesar paredes sin sentir dolor y que no parecían tener ninguna atadura. Siempre con un dedo en los labios para guardar silencio.

Los silentes limpiaron la sangre de sus sábanas cuando llegó el momento, eran el consuelo de todas sus angustias, la miraban sin juzgarla como si de esperarla por toda la vida se tratara. Con sus poderes invisibles escondías las tijeras de sus ojos, evitaban por todos los medios cualquier daño, porque el trofeo no debía recibirse en mal estado. Una noche, no contaba 13 años, alimañas bastante reales decidieron romper el fondo inmaculado de su ser, Luisa supo, por primera vez en su vida, lo que era la traición de dos amigas, quienes comentaron ese secreto tan preciado sobre sus visiones. Pero no se inmuto, corrió dentro de sí misma. Supo enseguida que, aunque la gente destrozara su vida y su cuerpo por considerarla un monstruo engendrado por la oscuridad, jamás su cariño y su confianza perderían su esencia. Quedó tendida en la calle, mirando fijamente en el cielo, los rostros que la acompañaron en su niñez. El escándalo se corrió rápidamente, había desaparecido una niña sin voz de esta ciudad inefable y maldita.

FANTASMA DE CONCRETO
Ilustración: Kennett

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